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Leonardo Favio. Su vida I


LEONARDO FAVIO

"Cuando entré a la productora lo primero que hicieron fue ponerme en las manos dos enormes tomos: 'Tomá, leé el libro'. 350 prolijas páginas".
El voluminoso guión técnico de Gatica, el mono, preparado por Leonardo Favio y Zuhair Jury, describe cada escena con obsesivos extremos de detalle. Su considerable tamaño no sólo tiene que ver con la longitud del film propuesto sino además con un exceso literario que, aunque extraño al género, es completamente deliberado. El equipo tiene que saber qué es lo que Favio va a tratar de conseguir. Durante el rodaje él apenas lo usa porque ya lo tiene incorporado. Lo escribió sólo para hacerse entender, para arrimar una idea de esa indefinible combinación de intuición, entrañas y pura fuerza emotiva que es su cine, y que no admite un análisis desapasionado. "Una vez, en la calle Corrientes, me encontré con mi chico muy bien intencionado que me paró y tire empezó a explicar Nazareno Cruz y el lobo. Todo lo que le parecía, lo que no le había gustado. Lo escuché y le dije: 'Hermano, tenés una solución: hacete otra vos. Pero esa que me contás no es mi película".
Su forma de filmar y su biografía -o el mito de su biografía- pueden aportar algunas claves.
Parece que el hombre nació en Luján de Cuyo, Mendoza, el 28 de mayo de 1938 y que se llama Fuad Jorge Jury. "Fui un raterito que huía de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de provincia en provincia. Conocí el hambre sin romanticismos literarios y cuando fue necesario robé para comer3". Fue a parar a lugares como el hogar "El Alba", el colegio Don Bosco o el Agote, en Buenos Aires, y la Alcaldía de Menores en Mendoza. Altemativamente, de esos sitios se escapó o lo echaron a patadas. En años posteriores su vinculación con las Instituciones siguió siendo estrecha: pasó por un seminario, estuvo unos seis meses en la marina, conoció la cárcel. Después, o simultáneamente, quiso ser boxeador pero su madre lo convenció de lo contrario. A través de ella, que se dedicó a escribir libretos radiales primero en Mendoza y después en Buenos Aires, Favio llegó a interpretar radionovelas. El género lo apasionó. . De nuevo en Buenos Aires, debutó como actor cinematográfico con un papel -mínimo- en El ángel de España (Enrique Carreras, 1957). Peronista de raíz, Favio tuvo un primer desliz político en esta época cuando se afilió sorpresivamente al PC: "Pero no por razones políticas. Me agarré un metejón bárbaro con una piba y como ella estaba en el partido, yo me afilié. Duré hasta que ella me pateó".

Como actor, sus primeros papeles importantes los obtuvo en 1958 con Leopoldo Torres Nilsson en El secuestrador, y con Femando Ayala en El jefe. Desde allí fue una presencia de singular intensidad en casi todas las películas que interpretó y se impuso con menos vocación y talento que inteligencia y personalidad. Simultáneamente lo fascinó el cine que se veía en las funciones del Cine Club Núcleo, especialmente Robert Bresson, y siempre reconoció esas influencias: "Es un error no hurgar en los orígenes de uno o estar acomplejado, porque uno va siendo como la prolongación de eso que va dejando la gente, y tiene que ir absorbiendo de cada obra lo mejor. Eso es lo que te va alimentando y te va haciendo crecer. Y entonces yo tomo de todos, no sólo de Bresson: de golpe un gesto te da para toda una obra, algo que triste en una película, o en un libro, o en un dibujo. Todo le tiene que servir para alimentarte, no para inhibirte".

El vínculo con Torre Nilsson fue decisivo en esa formación profesional, se prolongó a otros cinco largometrajes y justificó la dedicatoria de Crónica de un niño solo (1964). "Estoy seguro que mi cine a partir de Crónica fueron los repetidos intentos míos para deslumbrar a Babsy [Nilsson] y que me quisiera más.

En 1960 realizó un cortometraje titulado El amigo, y él mismo ha desacreditado esa primera experiencia alegando que lo hizo sólo para impresionar a la actriz María Vaner. La anécdota es mínima y nocturna: un lustrín en la puerta de un parque de diversiones fantasea con la posibilidad de entrar. Quienes vieron El amigo lo recuerdan como un trabajo de singular honestidad y frescura, que anticipaba elementos de sus primeros films. "El mundo de la niñez, el abismo de la soledad, la indiferencia de los mayores, el valor de la amistad, la importancia de un mínimo gesto de acercamiento o comprensión".

Aunque alguna intelectualidad lo trató con displicencia, el corto tuvo premios y generó más ideas. Favio llegó a Crónica de un niño solo procurando concretar otros dos cortos con niños, uno en un reformatorio y el otro en una villa. Crónica de un niño solo sorprendió a muchos críticos desprevenidos, y los sorprendió favorablemente. Allí había, además de toda influencia, una personalidad que sabía combinarlas y proporcionar una uniformidad absolutamente propia. Es tan elocuente esa cámara que se sacude con Polín mientras éste corre en círculos por la sala del internado, como ese otro plano cenital de los chicos con sus visitas. Favio no proporciona sentidos pero sabe, siente, que había que lograr así esa elocuencia: "Yo recuerdo que cuando escribí ese guión, lo escribí pensando un decorado para una angulación de cámara, para una de las primeras tomas, que es una así para abajo del centro del edificio que hacia de reformatorio. Y en el libro está así. Y cuando yo salgo a ver decorados, comencé a buscar edificios antiguos que tuvieran esa galería central. Y lo encontré en la Facultad de Arquitectura de entonces. Ahí estaba todo el decorado".
"El ritmo tan intensivo de trabajo hace que una vez iniciada la primera semana no exista ya tiempo real de contar con una planificación exacta para cada día. La secuencia del Circo, donde Gatica conoce a su primera mujer, se adelantó una semana por motivos de producción y fue necesario diseñar y realizar la ropa de toda una troupe circense en dos días".

La unánime respuesta crítica de Crónica no se repitió en el público, pero eso no disminuyó el fervor. En 1965 terminó Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza... y unas pocas cosas más, pero no pudo estrenarlo hasta 1967. El film retomaba ambientes y personajes humildes y buceaba más intensamente en sus tiempos interiores, con la melancolía de Crónica transformada en pesimismo. Polín pierde pero vive y es chiquito; Aniceto pierde pero se muere.

Aparece la idea de filmar Juan Moreira. Los radioteatros no son ajenos al proyecto: "Siempre amé el género. Juan Moreira nació de escuchar una versión radiofónica de mi amigo Ubriaco Falcón. La mitología y la imaginación del pueblo se mezclan en una complicidad misteriosa8". El asunto cuesta demasiado y Favio no es un realizador rentable. En cambio trabaja en la adaptación de El dependiente, un cuento de su hermano Zuhair Jury. Ambos han colaborado estrechamente en los libretos de los los films previos. En mayo de 1967, todavía sin ver el estreno de Este es el Romance..., Favio fue a parar al Instituto De Cursatis con una sobredosis de somníferos.

Se repone. En junio de 1968 encuentra por primera vez a la censura. El dependiente, que ha producido Torre Nilsson, fue calificada "De exhibición no obligatoria" por una Comisión Asesora del Instituto Nacional de Cinematografía. Ello suponía su exclusión de todo beneficio contemplado por las leyes de fomento al cine nacional que estaban en vigencia entonces. Del apuro salió tras la intervención personal del director del I.N.C., coronel Adolfo Ridruejo, quien recalificó el film como "De exhibición obligatoria" y ratificó esa decisión enviándolo a participar en distintos festivales internacionales.

La crítica especializada consideró El dependiente su film más notable pero sus problemas con el I.N.C. no contribuyeron a mejorar el rendimiento comercial. Ello condujo al sorpresivo lanzamiento de Favio como cantante melódico ("Hice canciones muy simples para que Neruda no tuviera nada que temer"). Torre Nilsson también apoyó esa tercera y exitosa inclinación, produciendo Fuiste mía en un verano, que dirigió Eduardo Calcagno en 1969.

En algún momento Favio renegó o fingió renegar de sus primeras películas, argumentando que en ellas se había olvidado de llegar a la gente. Retratarla, capturar sus tiempos, dijo, no es lo mismo que alcanzarla, conmoverla, sacudirla. Fernando Solanas le hizo por entonces una crítica parecida, pero la objeción no tiene mucho sustento porque parte del error de intentar una explicación racional de un fracaso de taquilla, cuando nadie puede prever con certeza el comportamiento del público. Favio mismo ignoraría esos argumentos al reencontrar su primer lenguaje en Soñar, soñar... (1975) y también al responderle a un periodista en 1993: "¿Y quién le dijo que el pueblo no es intelectual? ¿O es que los intelectuales no son pueblo ?".

3 "No se puede filmar como Favio sin sentir como Favio. La marcación de los actores, la aprobación de la luz o de uno u otro decorado depende, para él, de un compromiso absoluto no sólo con un guión o con una idea que comparte, sino además con una serie de vivencias que hacen de su cine su más acabada vía de comunicación. Dice en imágenes lo que no puede decir con palabras. Trabaja intensivamente, es exigente y puede llegar a ser despótico o agresivo si está buscando un clima determinado".

Favio hizo más dinero como cantante que como realizador. La demora de Juan Moreira pareció terminar en 1969, cuando Héctor Olivera anunció que lo iba a producir para Aries. Favio llegó a asentar un revolucionario criterio de casting al anunciar que pensaba contar con el actor japonés Toshiro Mifune para el papel de Moreira. La idea no era el disparate que parece, porque con Mifune se hubiera obtenido el rostro aindiado de algunos criollos, pero todo fervor creativo personal quedó repartido entre la hiperactividad profesional (cine, radio, TV, discos) y la militancia política. Además de Moreira, Favio jugaba con un proyecto tentativamente tituló La gente, un payasito y todas esas cosas que nos hacen poner tan triste el corazón (que luego evolucionó hasta Soñar, soñar...). También quería hacer una adaptación de la historia del anarquista Severino Di Giovanni sobre un texto de Osvaldo Bayer, cuyos derechos había comprado al productor Guillermo Smith.

En 1972 comprobó que el gobierno militar no le iba a permitir tocar a Di Giovanni y retomó Juan Moreira pero con producción independiente en lugar de Aries y con Rodolfo Bebán en lugar de Mifune. La película se estrenó en mayo de 1973, con enorme éxito pese a que el Ente de Calificación lo había considerado Prohibido para menores de 14 años. Una prolongada gestión impulsada por Favio y la dirigente justicialista Norma Kennedy procuró llevar la calificación a Apta para todo público, pero aunque el film se benefició a causa de la abundante publicidad adicional, los esfuerzos no prosperaron. El Ente alegaba que no podía modificar la calificación de un film una vez estrenado y también que "Las escenas decisivamente crueles y sangrientas, la aparición de prostíbulos la hacen totalmente inadecuada para el público infantil y crearía un antecedente muy peligroso para las futuras calflicaciones".

En 1975 pudo volver sobre Di Giovanni pero en cambio opto por Nazareno Cruz y el lobo, sobre el radioteatro de Juan Carlos Chiappe. Allí, para contar una fábula, inventó una estética que rompía con todo el cine argentino precedente y el costo fue elevadísimo, pero aún así logró superar el poderoso éxito comercial de Moreira y convertirla en la película más vista de la historia del cine argentino. Después de Nazareno, Favio se entusiasmó con Carlos Monzón y anunció que le iba a dar el protagónico en un adaptación de la vida de Cristo.

En marzo de 1976 comenzó declaradamente el más siniestro proceso militar de la historia argentina, y ese golpe sorprendió a Favio preparando Soñar, soñar..., con Monzón y Gian Franco Pagliaro, que recién pudo estrenar en junio. Dada la reconocida militancia de Favio, el fracaso de la película no pudo ser del todo ajeno a la política. Una revisión contemporánea pondría en evidencia sus numerosos puntos de contacto con los primeros títulos de su filmografía.

Poco después llegaron amenazas y prohibiciones; Favio se fue, con la música, a otra parte.
 "Cada día de filmación acarrea una serie de incógnitas que todos justificamos, pero que al mismo tiempo nos tienen con la espada de Damocles encima.: 'La escenografía está bárbara pero la pared tiene que ser verde' (todos a pintar paredes). 'La puesta es estupenda pelo el actor no me convence' (conseguir otro actor en quince minutos). 'Quisiera que pase un auto frente a la ventana' (filmación de época, año 1940). Nada es previsible pero en el momento de ver el material estamos de acuerdo en que la pared tiene que ser verde y el auto tenía que estar en la ventana".

Le duele creerlo, pero a la vez recuerda muy bien las fechas del exilio: "No me fui, pero estuve siempre yendo y viniendo. Me fui en el '76, regresé en el '79... bueno, si me fui. Me volví a ir en el '82, volví poco tiempo en el '83 y ahora hace dos años que Estoy10". Ese tiempo lo pasó en México y Colombia, con escala en Las Catitas (Mendoza), donde "Me estoy terminando una casita a la que, incluso, le hice sacar la bañera porque cuando sea viejito no me voy a poder meter".

Ocasionalmente su nombre apareció firmando solicitadas militantes, aveces al frente de una Brigada de conciencia peronista que hoy no estaría desactualizada. Más tarde retomó la práctica para disentir con el gobernador Antonio Cafiero.

Su regreso en 1979 comenzó con la intención de dirigir en teatro una puesta de Papaíto piernas largas, que no logró concretar. En cambio trabajó junto a Sandra Sandrini en una obra de su hermano, titulada Parecido a un hombre, que se estrenó en septiembre de 1980. Frecuentes amenazas forzaron a bajar de cartel la obra antes de tiempo.

Hasta 1990 la mayor parte de los caminos cinematográficos llevaban a Di Giovanni, cuyos derechos había vendido a Aries y luego quiso volver a comprar. De pronto apareció Gatica y despojó del título al anarquista.

El rodaje se llevó gran parte de 1991, combinando intuición, costosas reconstrucciones y poder de convocatoria. En agosto publicó avisos en los diarios para cantar en el Estadio Obras con extras disfrazados de década del '40. Después, tanques y aviones volvieron a pasar por Plaza de Mayo y todos lloraron. El tamaño de la evocación no logró acabar con la capacidad de Favio para acertar con la improvisación intuitiva, ni restó puntería a su mirada. (Se filma. Gatica, pequeño, espera que le traigan algo para comer. Corten. Favio habla con el actorcito. Se filma de nuevo. Gatica espera que le traigan algo para comer, pero mientras tanto se arregla con un pan que hay sobre la mesa. Así sí, corten.)

El dinero se agotó un par de veces y las tensiones aumentaron cuando Favio resolvió no estrenar en 1992 y tomarse todo el año para terminar el montaje, supervisar el sonido y hacer todos los ajustes que hicieran falta. En algún momento salió a cantar para solventar los costos. En febrero de 1993 tuvo una descompensación cardíaca de la que se recuperó velozmente. El estreno se anunció para el 6 de mayo de 1993 pero faltaban ajustes de sonido y se volvió a posponer. Con toda la expectativa encima, se corrió el rumor de que no habría privadas para periodistas porque éstos se ponen a conversar entre ellos y la miran como desde afuera. Que la vean con la gente. Aplausos, aplausos.

 "Cuando ve la proyección del último material filmado se emociona como cualquiera de nosotros, como si no fuera de él todo lo que aparece en la pantalla".

Se emociona, pero sabe bien que todo es de él. Mistifica: "Ese recoveco por el cual deambula Gatica, ese cabaret por el que baja, esa escalera, ese decorado de la niñez, ese diario Crítica, en algún rincón existen, por algo se incorporaron a la historia. La cuestión es salir y buscarlos. Yo nunca podría narrar en base a personajes que no conozco o ámbitos que no conozco. Y los conozco de tal manera que no es que encuentre justo el ángulo, el cuadrado que yo necesitaba, sino su espíritu. Tal vez suceda que el espacio se adapte en mí, y en otros realizadores que trabajen de la misma forma. Llego a ese lugar y digo: 'Esto es lo que está en el libro'. Y se parece a lo que está en el libro. Pero lo que ocurre es que yo he narrado una historia que transcurre en un ámbito que conozco".

Desmenuzar el cine de Favio es, más que nunca, igual a practicar una autopsia. No conviene racionalizar las pasiones. Es mejor sentirlas.

NOTAS

1. Los comentarios sobre el rodaje de Gatica, el mono fueron extractados de un texto especialmente escrito por Paula Zyngierman, colaboradora de producción en el film.
2. Clarín, 7 de febrero de 1988.
3. Panorama, 21 de enero de 1969.
4. Leonardo Favio, en conversación con el autor.
5. Clarín, 7 de febrero de 1988.
6. Jorge Miguel Couselo en el ejemplar de Panorama, ya citado.
7. LF, en conversación con el autor.
8. Mayoría, 13 de diciembre de 1973.
9. Archivo del Ente de Calificación Cinematográfica. Expediente nº 377/73; nota de la Asesoría Letrada del Enle fechada el 25 de julio de 1973.
10. LF, en conversación con el autor.
11. Clarín, 7 de febrero de 1988.
12. LF, en conversación con el autor.

Tomado de: Musica del recuerdo.

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